He de confesar que me encantan estos días que tenemos. Soy un bicho raro, que le vamos a hacer. Llevamos una temporada (y lo que nos queda) de días nubosos y lluviosos, que en mi caso, encuentro hermosos y revitalizantes. La sensación de otoño bucólico se me ha reforzado por la convergencia de otros varios factores. Me he puesto a leer los relatos completos de Lovecraft, guiado de la mano de Ken Hite y su Tour de Lovecraft, donde comenta cada historia. Y, bueno, ser estudiante de una agonizante licenciatura "a extinguir" en la UNED, donde, como en todas partes, imagino, "el grado lo es todo", me hace sentir como un ectoplasma vagando por los pasillos de mi centro asociado. En fin, otoño bucólico.
Mi pasión por estos días (este clima, sobre todo), me viene dada por una identificación, de carácter completamente personal, de los mismos con la fantasía medieval. Desde mi adolescencia, por alguna razón, quedaron inextricablemente (que querrá decir eso) unidos, y basta que se nuble para que me entren unas ganas de jugar al D&D o leer El Hobbit... A la larga, se ha extendido a cualquier cosa medieval, lo que me viene de perlas viviendo en Asturias o fascinándome como lo hacen el medievo inglés o los vikingos.
Ah, y estos días también me recuerdan enormemente El Imperio Contraataca, con lo que se cierra el círculo.
Y hay que ver, el efecto de los blogs, que llevan a sus perpetradores a confesar cosas raras a sus lectores...
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